Intolerancia a la lactosa

Queso con lactosa

Junto con el gluten, uno de los componentes alimentarios que más polémicas suscita en relación a su tolerancia es la lactosa. Y es que, al igual que sucede con la dieta sin gluten, las dietas y productos sin lactosa van ganando terreno. Pero, ¿es necesario excluir la lactosa de la dieta?

Las tendencias en alimentación van evolucionando, al igual que las tendencias en la moda. De los productos light, bajos en grasas o azúcares, hemos pasado por los alimentos “enriquecidos con” o los superalimentos.

Ahora una de las tendencias en alza es la de los productos sin gluten, y también la de los productos sin lactosa. La mayor conciencia o conocimiento acerca de las alergias e intolerancias alimentarias, en parte animadas por la legislación sobre alérgenos, ha ayudado a ello.

La intolerancia a la lactosa tiene una base genética.

¿Qué es la intolerancia a la lactosa?

Como ya señalamos en anteriores entradas, es importante distinguir entre alergia e intolerancia. En el caso de la lactosa, nos encontraríamos con la segunda.

La lactosa es el azúcar mayoritario contenido en la leche de los mamíferos. Es un disacárido, es decir, está compuesto por dos azúcares unidos: glucosa y galactosa. Para poder digerir la lactosa, necesitamos una enzima presente en nuestro intestino. Esta enzima es la lactasa, y se encarga de romper la unión entre la glucosa y la galactosa. De esa forma, podemos absorber esos dos azúcares sin problema.

Sin embargo, algunas personas (entre un 30 y un 50% de la población española) carecen en la vida adulta de esta enzima. La falta de lactasa se manifiesta como dolor abdominal, flatulencia, diarrea, meteorismo, náuseas y vómitos al ingerir productos lácteos.
Estos síntomas están causados por la permanencia de la lactosa en el intestino que desencadena un efecto osmótico intestinal y favorece la fermentación de la lactosa por las bacterias de la flora del colon.

GoGood lanzará próximamente un test genético para conocer el riesgo genético de ser intolerante a la lactosa.

Genética e intolerancia a la lactosa

La intolerancia a la lactosa tiene un origen genético. Durante los primeros meses de vida (lactancia) los mamíferos disponen de la enzima lactasa para poder digerir toda la lactosa presente en la leche materna. Sin embargo, a partir del destete, y debido a que dejan de consumir leche en la vida adulta, esta enzima ya no es necesaria.

Por este motivo, y de manera gradual tras el destete, en los mamíferos se reduce paulatinamente la cantidad de lactasa que se produce en el intestino.

El gen que se encarga de “apagar” la producción de la lactosa es el MCM6, el cual determina si somos capaces de digerir lactosa en la edad adulta.

Intolerancia a la lactosa

¿Por qué podemos beber leche?

Hemos mencionado que, tras el destete, y dado que en la edad adulta ningún mamífero (incluidos nosotros) consumía leche, lo normal era que se dejara de producir lactasa: por defecto, el ser humano no está diseñado para consumir lácteos. Pero entonces, ¿por qué algunas personas pueden tomarlos sin problema?

Este hecho es lo que se denomina persistencia de la lactasa en el adulto (PLA, o ALP en sus siglas en Inglés). Y es que algunas poblaciones que desarrollaron la ganadería y, por tanto, tenían acceso a productos lácteos a lo largo de su vida sufrieron mutaciones en el gen MCM6 que permitió mantener la producción de lactasa durante la edad adulta, lo que les permitió el consumo de leche y lácteos más allá de la lactancia.

En base a los yacimientos arqueológicos, se pensaba que la tolerancia a la lactosa en el adulto apareció hace unos 7.000 años en lo que hoy es Polonia. Sin embargo, análisis genéticos recientes han demostrado que, en Europa, la aparición de la tolerancia a la lactosa podría ser incluso más reciente, de hace unos 4.000 años.

Además, también en base a análisis genéticos, se ha podido comprobar que la tolerancia a la lactosa se ha desarrollado de forma independiente en distintas zonas del planeta. En concreto, se conocen cinco variantes diferentes, de origen asiático, africano y europeo.


Fuente: https://www.nature.com/news/archaeology-the-milk-revolution-1.13471

Una de las hipótesis de por qué consumir lácteos pudo suponer una ventaja es su aporte de nutrientes, agua y calorías a la dieta de nuestros antepasados. Sin embargo, algunos autores han propuesto otras explicaciones.

En el caso del norte de África, pudo ser el efecto protector de los lácteos frente a la malaria. En el norte de Europa por el contrario, la leche pudo atenuar el raquitismo asociado a la baja exposición solar (con baja producción de vitamina D) y a la baja absorción de calcio, debida a una dieta muy rica en cereales adoptada por los nuevos agricultores y ganaderos.

En España, entre un 40 y un 60% de la población es intolerante.

Fácil solución

Saber si genéticamente estamos preparados o no para consumir lactosa en la edad adulta es fácil. Por ejemplo, con un test genético en saliva. Y la solución, en caso de no estarlo, es sencilla: basta con reducir la ingesta de lactosa en la dieta. Habitualmente, los intolerantes son capaces de digerir pequeñas cantidades de lactosa sin molestias. Los fermentados como queso o yogures tienen poca lactosa, por lo que son tolerados en cantidades limitadas.

3 comentarios en “Intolerancia a la lactosa

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