El campeón, ¿Nace o se hace?

¿Nace o se hace? Deporte, entrenamiento

Es la eterna pregunta. ¿Son los atletas que destacan en diferentes disciplinas, dotados por naturaleza? ¿O es el trabajo duro y la constancia la que da sus frutos? Esta pregunta ha estado muchos años sin respuesta, hasta que, en la actualidad, la genética ha venido a arrojar luz sobre este tema.

Alcanzar el olimpo en competiciones deportivas no es fácil. Llegar a clasificarse para unas olimpiadas o un campeonato mundial, está solo al alcance de unos pocos. Claramente, es enorme el trabajo, el esfuerzo y la dedicación que exige llegar hasta estas cotas de rendimiento.

Sin embargo, parece que hay algo más. En las mismas condiciones de entrenamiento, algunos destacan más que el resto. Por su visión del juego, su agilidad, resistencia, fuerza o rapidez. Otros parecen tener una capacidad de recuperación extraordinaria, y algunos no se lesionan con facilidad.

¿Tienen estos atletas una ventaja innata? Al parecer, la respuesta es afirmativa. Y es que nuestra genética, al igual que en otras variables, influyen en nuestras capacidades físicas en relación al rendimiento deportivo. Estas diferencias se reflejan en aspectos como distinta capacidad muscular, de obtención de energía a partir de los alimentos, capacidad cardiorrespiratoria, o de recuperación tras el ejercicio. Todos ellos son factores importantes tanto para el deportista profesional como para el recreativo cuyo objetivo es mejorar su salud.

El gen de la velocidad.

Uno de los primeros genes que se descubrieron en relación al rendimiento deportivo, fue el que se encarga de que se produzca cierto tipo de fibras musculares de contracción rápida, relacionadas con la fuerza explosiva. Se trata del gen ACTN3 (de la alfa-actinina-3). Esta proteína es necesaria para la formación de fibras musculares de contracción rápida, y que facilitan la explosividad y la fuerza máxima. Dependiendo de la genética, una persona puede expresar o no esa proteína, lo cual va a afectar a su capacidad muscular. No en vano, a éste se le ha llamado “el gen de la velocidad”.

Las personas que expresan la alfa-actinina-3 tienen mayor facilidad para los deportes que exijan explosividad y rapidez. Se estima que aproximadamente el 16% de la población mundial tiene una deficiencia genética en ACTN3, con una prevalencia del 25% en poblaciones asiáticas, 1% en algunas poblaciones africanas y 18% en población europea.

La genética afecta al rendimiento deportivo.

¿Cómo afecta esto al rendimiento deportivo? Bien pues se ha comprobado que la mayor parte de los atletas de alto nivel que compiten en pruebas como los 100 y 200 metros lisos, poseen la versión activa del gen de la alfa-actinina-3. Esta ventaja genética podría ser clave para alguien que se juega su clasificación en pocas décimas de segundo. Obviamente, un solo gen no va a hacer que un atleta sea campeón del mundo, otros factores como el entrenamiento, planificación, nutrición, descanso, fortaleza mental, van a contribuir a su éxito. Pero cuando cuentan las centésimas, y a igualdad de condiciones, parece que, en deportes de pura velocidad, puede facilitar el resultado.

No sucede lo mismo sin embargo cuando nos vamos al otro extremo, corredores de fondo como pueden ser los maratonianos. En este tipo de deportes, las fibras musculares de contracción lenta son las que tienen mayor relevancia. Por ello el tener o no tener la versión de la actinina que facilita la formación de fibras rápidas no es una ventaja. De hecho, se ha comprobado en corredores keniatas y etíopes, como no hay diferencias en rendimiento en pruebas de fondo, en función de poseer o no este gen.

¿Puede ayudarme un test genético?

Desde el descubrimiento del gen ACTN3 y especialmente en los últimos veinte años, se han ido descubriendo multitud de variantes genéticas que afectan a diferentes aspectos relacionados con las capacidades físicas. ¿Puede utilizarse esta información para mejorar el rendimiento deportivo?

Para ello, necesitamos comprobar si un protocolo de entrenamiento personalizado en base a las características genéticas de cada deportista, es capaz de mejorar el desempeño. Un estudio demostró esto al aplicar dos protocolos de entrenamiento diferentes: uno adaptado al genotipo, y otro que no lo estaba.

Un entrenamiento personalizado según el perfil genético mejora los resultados.

Dividieron a los atletas en dos grupos: uno con un perfil más adaptado al ejercicio explosivo o de fuerza, y otros que serían mejores fondistas. Los que encontraron es que los atletas con un perfil explosivo se beneficiaban más de un entrenamiento de alta intensidad mientras que aquellos con un perfil de fondo, tenían mejores resultados con un entrenamiento de baja intensidad.

Además, cuando aplicaron un protocolo de entrenamiento específico para el perfil genético, sí que se produjeron mejoras en el rendimiento de los atletas, mientras que cuando el protocolo era justo el contrario (baja intensidad para explosivos o alta intensidad para fondistas) no se observaban mejoras o estas eran mínimas.

¿Cómo puedo entrenar mejor?

El departamento científico de Nim Genetics ha desarrollado el nuevo test GoGood Sport, basado en los últimos avances en genética del rendimiento deportivo. Analiza diferentes variables relacionadas con el entrenamiento, la nutrición, suplementación, capacidad de recuperación e incluso la resiliencia, para facilitar información de utilidad para el entrenador y el nutricionista, que permita adaptar las pautas al perfil genético del atleta. Esto lleva la medicina de precisión que ya se aplica en nutrición clínica, con tests como GoGood Vital, al ámbito del rendimiento deportivo, o del deporte y salud.

GoGood Sport permite personalizar el entrenamiento, suplementación y nutrición.

Nada sustituye al esfuerzo y la dedicación, para alcanzar nuestro máximo potencial. Pero la genética puede ayudarnos a hacer más efectivo nuestro entrenamiento y nutrición, para optimizar los resultados.

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