La dieta es uno de los principales factores que afectan a la enfermedad cardiovascular. El foco se ha centrado siempre en el papel de las grasas, tanto saturadas como trans y colesterol, pero, ¿juegan algún papel las vitaminas?
La enfermedad cardiovascular es la principal causa de muerte en los países occidentales, afectando tanto a hombres como a mujeres. La alimentación juega un papel fundamental en la prevención de la enfermedad cardiovascular, junto con otros factores como la inactividad física, el tabaquismo o el consumo de alcohol. De hecho, un reciente estudio ha estimado que el 64% de los costes asociados con los infartos en España, unos 3.000 millones de euros, podría ahorrarse con tan solo llevar una dieta adecuada. Pero, ¿qué es una dieta adecuada?
Grasas a debate
Tradicionalmente el foco se ha puesto siempre en el papel de las grasas en la enfermedad cardiovascular. Se sabe que las grasas saturadas o las grasas trans presentes en alimentos procesados aumentan los niveles de colesterol total y, especialmente, el de baja densidad (el incorrectamente conocido popularmente como “colesterol malo” o LDL).
No solo las grasas, también las vitaminas son importantes para prevenir la enfermedad cardiovascular.
En cuanto al propio colesterol que también contienen los alimentos entró en el saco de las grasas desaconsejadas, tal vez por una asociación incorrecta entre alimentos que aumentan el colesterol y alimentos que contienen colesterol. La presencia de esta sustancia en la dieta no altera en gran medida el colesterol en sangre, ya que el hígado ajusta la producción en función del aporte externo. Por este motivo, los huevos, y en concreto la yema, han sido vindicados y poco a poco se está abandonando ese mito de que son malos para el corazón.
Aceites vegetales
Como alternativa al uso de grasas animales (manteca, sebo, mantequilla), que son muy ricas en grasas saturadas, surgieron los aceites vegetales como los de maíz, soja o girasol. Estos aceites son ricos en grasas poliinsaturadas, cuyo efecto es el de reducir los niveles de colesterol. Aparentemente era una buena solución.
La homocisteína, factor de riesgo cardiovascular, depende de los niveles de vitaminas.
Sin embargo, algunos investigadores alertaron de que este tipo de aceites puede aumentar el estrés oxidativo en el organismo, que es otro conocido factor de riesgo cardiovascular. Las grasas poliinsaturadas se oxidan con mucha facilidad, y más todavía cuando se tratan con calor, como en el caso de productos elaborados. El aceite de palma es saturado y no tiene este problema de la oxidación, pero sin embargo aumenta la inflamación y no es recomendable.
Por el momento, parece que el mejor aceite de que disponemos es el de oliva virgen extra, rico en ácido oleico, una grasa monoinsaturada, que no se oxida fácilmente. Además, es muy rico en antioxidantes. Esto es importante sobre todo si genéticamente los sistemas de defensa antioxidante del propio organismo no son muy eficaces.
Pero no solo grasas
A pesar de que se ha hablado y se sigue debatiendo mucho sobre el papel de las grasas en la dieta y la enfermedad cardiovascular, y ahora del azúcar, hay otro factor que se olvida frecuentemente. Es el papel de algunos micronutrientes, y especialmente las vitaminas.
Vitamina B3 y omega-3 ayudan a mantener a raya los triglicéridos.
- La homocisteína es una sustancia que se genera cuando el cuerpo asimila las proteínas de la dieta, y en concreto un aminoácido llamado metionina. Se sabe que un exceso de esta sustancia se relaciona con un mayor riesgo de padecer un infarto o un ictus. La principal causa del exceso de homocisteína en sangre es la deficiencia de una vitamina, el folato o vitamina B9. La carencia de otras vitaminas como la B2, B6 y la B12 también influye, ya que todas ellas participan de forma conjunta en el llamado ciclo de la homocisteína, para mantener unos niveles óptimos. Es por tanto muy importante un aporte adecuado en la dieta de estas vitaminas, teniendo en cuenta, además, que la deficiencia de solo una de ellas puede afectar a todo el ciclo. Se sabe además que algunas personas, debido a su predisposición genética, pueden tener necesidades más elevadas para mantener unos niveles adecuados de homocisteína en sangre. Gracias a los test genéticos ahora es posible saber si es nuestro caso.
- Otras vitaminas que pueden jugar un papel en la enfermedad cardiovascular son las antioxidantes, como los carotenos (previtamina A), la vitamina E o la vitamina C. Estas sustancias van a reducir el estrés oxidativo en el organismo, que también es un factor de riesgo cardiovascular.
- Y en cuanto a los triglicéridos (otro conocido factor de riesgo), la vitamina B3 ayuda a mantener los triglicéridos a raya, al igual que las grasas omega-3. De nuevo, la genética afecta a las necesidades de estos nutrientes.
En resumen: una dieta saludable va a ayudar a prevenir la enfermedad cardiovascular, pero no solo en base a su contenido en grasas, sino también si nos aporta la suficiente cantidad de vitaminas y antioxidantes.
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