Radicales libres no es una banda de rock

Radicales libres

Respirar nos da la vida. No podemos vivir más de unos minutos sin aire. Pero al mismo tiempo, y lentamente, nos hace envejecer. Y es que el oxígeno del aire es la chispa que nos permite obtener y aprovechar energía a partir de los alimentos. Pero, en este proceso, nosotros también nos oxidamos y envejecemos. ¿Cuidas tus otras defensas?

Todos hemos oído hablar de “las defensas”, especialmente en esta época del año cuando llega la dichosa gripe, ésa que tarda en curarse “una semana con pastillas y siete días sin ellas”. Sabemos que mantener en buen estado nuestro sistema inmune es fundamental para reducir el riesgo de infecciones. Incluso se pueden adquirir productos destinados a mejorar nuestras defensas, si bien no todos han demostrado realmente ser eficaces.

Los sistemas de defensa antioxidante neutralizan los radicales libres.

También todos hemos oído mencionar en alguna ocasión a los radicales libres, especialmente en relación al envejecimiento. Estas sustancias son resultado del simple hecho de que respiramos, ya que necesitamos el oxígeno del aire para obtener energía. En ese proceso de respiración, cuando “quemamos” en las mitocondrias el combustible que obtenemos a partir de los alimentos, se producen estos radicales libres.

 

Estas sustancias son muy reactivas, es decir, tienen una alta capacidad de alterar a otras sustancias en el organismo, como proteínas, las membranas de las células o incluso el ADN. Y esto puede hacer que, a la larga, ciertos tejidos en el organismo pierdan parte de su función. Esta es una de las causas del envejecimiento. Y es que, literalmente, con los años nos oxidamos.

Tus otras defensas

Pero calma, no estamos a merced de estos radicales libres. Si así fuera, no viviríamos tanto como lo hacemos. Del mismo modo que nuestro organismo está preparado contra las agresiones de virus y bacterias, también tiene mecanismos para protegerse contra los radicales libres. Y es lo que se denominan sistemas de defensa antioxidante. ¿En qué consisten? Básicamente se trata de ciertas enzimas, como son la superóxido dismutasa, la glutatión peroxidasa o la catalasa. Todas ellas tienen como función proteger a nuestras células de la acción de los radicales libres, neutralizándolos.

Nuestra genética determina la eficacia de nuestra capacidad antioxidante.

Estas defensas antioxidantes tienen una diferente eficacia en distintas personas. Esto es debido a que pueden existir diferencias genéticas que afectan a la capacidad de estos sistemas para captar y neutralizar esos radicales libres. Éste es uno de los factores que va a determinar, por tanto, el estado de estrés oxidativo de una persona. Y también va a ser determinante para las necesidades de vitaminas y antioxidantes en la dieta.  

¿Cuántas vitaminas necesitas?

Hemos dicho que algunas personas tienen una capacidad de defensa antioxidante mayor o menor a la media, y que puede ser conocida a través de un test genético. Esto va a afectar, por tanto, a su necesidad de antioxidantes procedentes de la dieta. Obviamente, cuanto menos eficaz sea nuestro sistema endógeno de defensa, mayores necesidades de vitaminas como la A, la C o la E tendremos. También será interesante la ingesta de polifenoles y otros antioxidantes de origen vegetal.

Otro ámbito para el que también es muy interesante conocer nuestra capacidad de defensa antioxidante es el ejercicio. Se sabe desde hace tiempo que uno de los mecanismos que permiten progresar en el entrenamiento es la adaptación al estrés oxidativo que produce el ejercicio. Podemos entenderlo si hacemos un paralelismo con un coche. Cuanto más deprisa vamos, más combustible necesitamos, y, a la vez, más oxígeno para quemarlo. En respuesta a la mayor producción de radicales libres durante el ejercicio, los sistemas de defensa antioxidante se van reforzando poco a poco.

La salud de la piel o el riesgo cardiovascular se ven afectados por el estrés oxidativo.

Sin embargo, se ha visto que la ingesta muy elevada de antioxidantes, especialmente como suplementos, puede reducir las adaptaciones que produce el ejercicio en los deportistas. Y al contrario, en deportes con una alta duración o intensidad, la ingesta de antioxidantes puede ser necesaria para compensar un estrés oxidativo demasiado elevado. Conocer la capacidad genética de nuestros sistemas antioxidantes puede permitirnos dosificar mejor estas cantidades de vitaminas y antioxidantes.

Antioxidantes y riesgo cardiovascular

Además de hacernos envejecer y que nuestra piel luzca menos lozana, los radicales libres pueden también afectar a nuestro riesgo cardiovascular. Hay otro sistema de defensa antioxidante llamado paraoxonasa-1, que tiene la función de evitar que las grasas que transporta el colesterol de baja densidad o LDL se oxiden. Esto es importante porque la presencia de grasas oxidadas en el colesterol LDL es uno de los factores que afectan a la formación de placas en nuestra arterias, lo que puede desembocar en un infarto.

Radicales libres

 

De nuevo, este sistema de defensa también está sujeto a distintas versiones según los genes de cada uno. Se sabe, por ejemplo, que aquellos individuos con una baja actividad de la paraoxonasa-1 tienen un mayor riesgo de aterosclerosis. Aproximadamente un 70% de los europeos es portador de la versión de baja eficacia, es decir, de mayor riesgo. En este caso, es interesante aumentar el consumo de antioxidantes en la dieta para reducir la oxidación del colesterol.

Las grasas poliinsaturadas procedentes de algunos aceites vegetales se han considerado tradicionalmente saludables por reducir los niveles de colesterol. Sin embargo, algunos autores indican que, a pesar de ello, no necesariamente serían aconsejables, por una característica: se oxidan con muchísima facilidad. Esto haría que una elevada ingesta de este tipo de grasas, en personas con una baja capacidad genética antioxidante, y que además estén expuestas a otros factores de estrés oxidativo como tabaquismo, alcohol, estrés, polución, descanso inadecuado, sedentarismo y una dieta baja en frutas y verduras, pueda aumentar su riesgo cardiovascular.

En definitiva, de nuevo un estilo de vida saludable va a ayudar a nuestra defensa antioxidante, gracias a vitaminas, antioxidantes y el ejercicio moderado practicado de forma regular. Gracias a la genética, ahora podemos afinar todavía más para evitar oxidarnos y, en definitiva, mantenernos jóvenes más tiempo.

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