Saltarse el desayuno, ¿deporte de riesgo?

Desayuno en la cama

La ingesta más polémica del día es, sin duda, el desayuno. Por un lado, los defensores del desayuno tradicional frente a las nuevas tendencias. Y por otro, los aficionados al ayuno intermitente frente a los que afirman que es la comida más importante del día.

Un reciente estudio del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), dentro del estudio PESA (Progresión de la Aterosclerosis Subclínica Temprana), ha saltado a los medios de todo el mundo. En este estudio, titulado “La importancia del desayuno en la enfermedad aterosclerótica”, se analiza la relación entre los hábitos de desayuno de una muestra de más de 4.000 trabajadores de una entidad bancaria, y los hallazgos ecográficos en cuanto a la progresión de aterosclerosis.

Se dividió la muestra en tres grupos: aquellos que desayunaban más del 20% de las calorías diarias; el grupo que tomaba entre el 5% y el 20%; y el que tomaba menos del 5% de las calorías, es decir, se saltaba el desayuno.

El desayuno es una ingesta más del día.

Pues bien, este estudio encontró que un 75% de los que se saltaban el desayuno presentaban aterosclerosis subclínica, frente a un 57% en el grupo con el desayuno más energético. Esto ha llevado a que en los medios es hayan podido leer titulares como que “saltarse el desayuno puede ser tan malo como fumar”. Nada más lejos de la realidad.

Titulares alarmistas

Y es que nos encontramos ante un estudio transversal, es decir, una “foto” del estado de la muestra, a la que se le consultó por sus hábitos de desayuno, y a la que luego se le midió la progresión de aterosclerosis mediante ecografía 3D. Esto puede demostrar una asociación entre uno y otro, pero no que saltarse el desayuno sea la causa de mayor riesgo. Es la manida frase de que “correlación, no implica causalidad”.

Y es que hay que tener en cuenta lo que se llama en epidemiología “factores de confusión”, que no son más que otras circunstancias que pueden estar vinculadas con el incremento de riesgo y con el hábito de no desayunar. En este caso, los que no desayunaban tenían mayor tasa de sobrepeso, hipertensión, consumo de alcohol o tabaquismo, todos ellos factores asociados a mayor riesgo cardiovascular. Además, no desayunar puede indicar falta de tiempo por malos hábitos de sueño o estrés por un ritmo de vida acelerado.

Desayunar mejora el control glucémico y hormonal.

Saltarse el desayuno parece, como ya se sabe desde hace tiempo, un indicador de malos hábitos. Y es que es difícil encontrar una relación causal entre no desayunar y mayor riesgo cardiovascular. Tal vez la respuesta esté en los ritmos circadianos, por cuyo descubrimiento se ha concedido este año el nobel de medicina. Y no negaremos que parece que romper el ayuno mejora el control glucémico y hormonal durante el resto del día.

Cantidad frente a calidad en el desayuno

Otro aspecto muy criticado respecto al desayuno es el típico esquema de lácteo, cereal y fruta. Parece que cualquier desayuno que se salga de esta sacrosanta triada fuera a ser desequilibrado. Para la mayor parte de la población, pensar en desayuno es pensar en café con leche y un bollo o una tostada. La fruta ya no es recordada por tantos, si acaso un zumo de naranja en el bar.

La tendencia ahora parece ser indicar que el desayuno no es diferente al resto de ingestas en el día. Y es que, si nos retraemos a hace más de un siglo, realmente no parece que hubiera productos destinados de forma específica al desayuno. A partir de los años 40 del siglo pasado, los productores de cereales en EEUU encontraron en el desayuno una mina que explotar. Esto fue debido al descubrimiento de las diferentes vitaminas, con las que los cereales fueron fortificados (por ser deficientes en la mayor parte de ellas) y promovidos como un alimento nutritivo. A este carro se subió también el bacon con huevos, en una maniobra de relaciones públicas en la que participaron unos 5.000 médicos.

Podemos mejorar mucho el desayuno: fruta, verduras, frutos secos… y más vitaminas.

Aún a día de hoy arrastramos esos clichés de desayunos de huevos con bacon, cereales para el desayuno y otros productos similares. Pero en realidad es cierto lo que indicábamos: el desayuno es una ingesta más del día, la cual no tiene por qué ser distinta. El valor nutricional, por cierto, de un café con leche y un bollo es bastante pobre, por lo que el margen de mejora es muy amplio. No tiene por qué haber problema en introducir, por supuesto, la fruta, pero también verduras, legumbres, frutos secos, y proteínas en forma de carne, pescado o huevos de calidad.

Esto va a ser interesante por varios motivos. En primer lugar, porque se sabe que repartir la ingesta proteica en varias tomas a lo largo del día mejora el mantenimiento de la masa muscular. Esto es especialmente importante en deportistas, y también en personas mayores con riesgo de osteosarcopenia.

Desayuno sano

Además, un desayuno compuesto de alimentos frescos como los señalados va a tener una densidad nutricional incomparable con respecto al típico café y tostada, bollo o cereales, con un aporte mucho más rico y variado de vitaminas, minerales, antioxidantes y fibra.

Tan solo combinando fruta, verdura y una proteína, estaremos mejorando mucho nuestra ingesta diaria de vitaminas como la A, E, K, vitaminas del grupo B y C. Y si añadimos pescado (una lata de atún, unos boquerones en vinagre) además, grasas omega-3 muy saludables. Esto puede ayudar a alcanzar la ingesta recomendada de vitaminas, más aún si tenemos necesidades más elevadas debido a nuestra genética, algo que podemos conocer con un test genético como GoGood Vital.

En definitiva: saltarse el desayuno no tiene por qué ser un riesgo, pero aprovechemos esta oportunidad para mejorarlo. Sin duda, ¡nos ayudará a sentirnos mucho mejor y a tener más salud!

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