Vitaminas durante el embarazo – Qué debes saber

El embarazo supone uno de los cambios fisiológicos más importantes durante la vida de la mujer. Los cambios hormonales y el desarrollo del feto hacen que los requerimientos de ciertos nutrientes se vean aumentados. Te damos a continuación algunas claves que debes conocer.

No hay una etapa en la que el cuerpo de la mujer sufra más cambios que durante el embarazo. Desde el mismo momento de la fecundación se inicia la producción de hormonas que van a desencadenar numerosos cambios para asegurar un desarrollo adecuado del futuro bebé, manteniendo la salud de la madre. Por tanto, la necesidad de ciertos nutrientes aumenta más durante el embarazo que en cualquier otro momento de la vida adulta de la mujer.

Etapa prenatal

Desde el momento en que se planifica un embarazo es importante cuidar más aún la alimentación para asegurar que ésta sea variada y equilibrada, y suministre todos los nutrientes que vamos a necesitar en cantidades adecuadas. Es el momento, además, de trabajar en nuestro peso corporal, ya que es mucho más efectivo y recomendable ganar o perder peso antes de la concepción que durante el embarazo.

Las pautas de nutrición y suplementación deben comenzar antes del embarazo.

No solo la dieta va a afectar a nuestro estado nutricional. Hábitos tóxicos, como el tabaquismo o el consumo de alcohol, pueden aumentar los requerimientos de algunas vitaminas clave desde el mismo momento de la concepción, como el folato o las vitaminas C, E y B12.

Otras circunstancias como el estrés vital, el trabajo a turnos o la práctica de deportes de competición o con alta intensidad también pueden aumentar la necesidad de vitaminas del grupo B. Situaciones como los embarazos consecutivos pueden haber agotado las reservas de algunas vitaminas o minerales. Y el uso de algunos medicamentos, como anticonceptivos orales o psicofármacos, pueden de nuevo aumentar las necesidades de folato.

¿Y durante el embarazo?

Como hemos señalado son varios los nutrientes cuyas necesidades aumentan durante el embarazo. Nos vamos a detener en algunos de ellos, teniendo en cuenta que siempre se deben seguir las recomendaciones del especialista y no suplementar de forma incontrolada.

Ácido fólico

Esta vitamina, a la que también se llama B9 o folato, es fundamental para el buen desarrollo del feto. En un embarazo planificado la administración de folato debe comenzar al menos un mes antes de la gestación y continuar al menos durante los tres meses siguientes, para evitar malformaciones congénitas como los defectos del tubo neural.

La mujer embarazada tiene mayores necesidades de algunos nutrientes, como los folatos o los ácidos grasos omega-3.

La recomendación es suplementar con 400 microgramos de folato al día, salvo en mujeres con antecedentes de defectos del tubo neural, donde aumenta la cantidad a 4 miligramos al día. Además, es importante asegurar una dieta rica en verduras que nos faciliten una buena cantidad de folatos. Por otra parte, hay diferencias genéticas que hacen que algunas mujeres no sean capaces de mantener una disponibilidad adecuada de esta vitamina B9, por lo que sus necesidades podrían estar aumentadas.

Hierro

La suplementación con hierro es práctica habitual durante el embarazo y es efectiva para reducir el riesgo de que la madre padezca anemia o deficiencia de hierro durante la gestación. Esta suplementación puede ser intermitente o diaria, en función del riesgo de padecer anemia.

Yodo

El yodo es necesario para que la tiroides pueda funcionar de forma adecuada y, durante el embarazo, es también imprescindible para el desarrollo del sistema nervioso del futuro bebé. Además de recomendar que la sal que se utilice sea yodada, suele ser habitual que se prescriba la suplementación de yodo, incluso antes de la gestación, en el caso de un embarazo planificado.

Ácidos grasos omega-3

Los ácidos grasos omega-3 de cadena larga (entre otros, el llamado DHA) son necesarios para el desarrollo del sistema nervioso y la retina del feto. Se recomienda una ingesta mínima de 200 miligramos al día durante el embarazo y la lactancia, los cuales pueden lograrse mediante la ingesta de dos raciones de pescado por semana. Sin embargo, hay que evitar las especies de pescado que contienen mucho mercurio (los grandes como atún o emperador, o los escualos como el cazón) y preferir pescados pequeños como la sardina, el arenque, la caballa, el boquerón o el jurel. Otra posibilidad es la suplementación, siempre con productos de buena calidad.

Nuestra genética puede afectar a las cantidades de vitaminas que necesitamos.

También podemos conseguir omega-3 a partir de los vegetales, pero deben ser transformados por el organismo en los EPA y DHA mencionados anteriormente. Esta transformación es más o menos eficiente en función de la genética individual. Existen test genéticos que aportan la información que embarazadas y lactantes necesitan para ingerir su cantidad óptima de vitaminas y de omega-3.

¿Y el resto de vitaminas o minerales?

Salvo que nos encontremos en zonas donde las carencias nutricionales de la población sean habituales, se considera que una dieta equilibrada puede facilitar cantidades adecuadas del resto de nutrientes. También hay vitaminas que en exceso no serían recomendables, como sería el caso de la vitamina A. Por otro lado, las madres veganas deben suplementarse con B12, ya que esta vitamina se encuentra principalmente en los alimentos de origen animal. Además, durante el embarazo mejora la absorción de algunos nutrientes como el calcio hasta en un 50%. Por ello, aunque el desarrollo del feto exige cantidades importantes de este mineral, la recomendación de ingesta diaria no aumenta prácticamente, con respecto a mujeres no embarazadas.

En resumen:

Si llevar una dieta saludable es siempre importante, aún lo es más durante la gestación. Si estás planeando quedarte embarazada, debes comenzar cuanto antes con las pautas adecuadas de alimentación y suplementación. Además, conocer tus necesidades personalizadas de nutrientes puede ayudar al profesional a personalizar aún más tu tratamiento para asegurar un embarazo sin riesgos.

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