¿Café para todos?

Taza con granos de cafe

Un estudio recién publicado indica que el consumo de tres cafés al día podría reducir la mortalidad hasta en un 18%. Pero ¿es esto así para todas las personas?

El café es indudablemente una de las bebidas más consumidas. La FAO estima que al año se consumen más de 7 millones de toneladas en todo el mundo. En España, esta cifra alcanza los 4,5 kilos de café por persona y año. Todos conocemos el efecto estimulante de la cafeína, que ayuda a muchas personas a arrancar el día, o a reanudarlo tras una pausa para comer.

El café ha sufrido, al igual que otros alimentos, los vaivenes de la ciencia nutricional. Hace años, fue declarado posiblemente carcinógeno para los seres humanos por la IARC (Agencia Internacional de Investigación para el Cáncer), entre otras cosas por su contenido en unas sustancias denominadas furanos, de las que el café es la principal fuente en la dieta. Posteriormente la agencia corrigió este dictamen, al encontrar resultados que asociaban la ingesta de bebidas muy calientes al cáncer de esófago, pero no por su composición.

Además, estudios posteriores han vinculado el consumo de café a propiedades saludables, debido especialmente a su alto contenido en antioxidantes. El artículo recién publicado en la revista Annals of Internal Medicine así lo indica. Se trata de uno de los trabajos derivados de ese gran proyecto que es el estudio EPIC (siglas en inglés de Investigación Prospectiva en Cáncer y Nutrición). Este estudio lleva en marcha más de 16 años y analiza los datos de consumo de alimentos y la incidencia de cáncer en más de medio millón de europeos.

Los resultados de este trabajo indican que el consumo regular de café podría reducir la mortalidad total entre un 8% y un 18%. Estos datos no hacen sino confirmar los resultados de un meta-análisis (es decir, un estudio que recopila los datos de otros estudios y los analiza de forma conjunta) publicado en 2013, que llegó a la misma conclusión: un consumo de entre dos y cuatro tazas de café al día, incluso descafeinado, se asocia a menor mortalidad total (en ese estudio, un 14% menos).

Un nuevo estudio confirma la asociación entre consumo de café y reducciones de hasta un 18% en la mortalidad.

Sin embargo, y a pesar de tratarse de un estudio en un número muy grande de personas, hay limitaciones de este estudio observacional. Lo que se analiza es si los sujetos de esa muestra consumen más o menos café, y si eso se relaciona con una mayor o menor mortalidad total. Pero esto no permite afirmar que exista una relación de causa y efecto, debido a los llamados factores de confusión. Puede que los que toman café tengan mayor poder adquisitivo o residan en zonas urbanas con mejor acceso a la sanidad. A pesar de que se intenta ajustar los resultados con métodos estadísticos, no siempre se puede tener en cuenta todos los factores. Otro problema es que se valoró la frecuencia de consumo de café solo una vez en esos 16 años, lo cual puede llevar a errores importantes.

Pero es que. además, no todos parecemos responder del mismo modo al consumo de cafeína. Un estudio publicado en el año 2006 ya evidenció cómo las diferencias genéticas van a afectar al riesgo de infarto de miocardio, en función del número de tazas de café al día. La cafeína es metabolizada, principalmente en el hígado, por uno de los sistemas de detoxificación del organismo denominado citocromo P-450. Pues bien, este citocromo está sujeto a diferencias genéticas (por un gen llamado CYP1A2),que hacen que sea más o menos eficaz en su funcionamiento.

Las diferencias genéticas en cómo metabolizamos la cafeína pueden afectar al riesgo de sufrir un infarto de miocardio.

Por este motivo, en este estudio se dividió la muestra en “metabolizadores rápidos” (aquellos con la versión del citocromo más eficaz y que eliminan más rápido la cafeína) y metabolizadores lentos. Pues bien, de entre los más de 2.000 personas a las que se siguió durante 10 años, se observó que un aumento en el número de tazas de café consumidas a diario se asociaba a mayor riesgo de infarto de miocardio solo entre los portadores del citocromo poco eficaz, es decir, los metabolizadores lentos. Esto se ve más claramente en el siguiente gráfico:

Gráfica metabolización café

A la izquierda se puede ver cómo respecto a tomar una taza de café o menos al día (la referencia) los metabolizadores rápidos no aumentan el riesgo de infarto, ni siquiera por encima de cuatro tazas de café diarias. Sin embargo, en el grupo de la derecha, que es el de metabolizadores lentos, se ve cómo a partir de dos o tres tazas al día aumenta el riesgo de infarto, siendo la probabilidad de sufrirlo un 64% mayor en aquéllos que tomaban más de cuatro tazas diarias.

Estudios posteriores confirman que, efectivamente, la genética individual afecta de forma significativa al efecto de la cafeína. Se han identificado más variantes genéticas asociadas a cómo procesamos distintas sustancias que contiene el café, o a diferencias en función del grupo étnico. Además, el efecto de los antioxidantes también va a depender de diferencias genéticas, del metabolismo de vitaminas como las A, C y E, o de la capacidad de defensa antioxidante del organismo. Ahora es posible conocer las necesidades personalizadas de vitaminas antioxidantes gracias a un nuevo test genético.

Las recomendaciones generales en nutrición no siempre son adecuadas para todos los individuos.

Es una pena que el nuevo estudio publicado no analice estas diferencias genéticas, para haber podido verificar si efectivamente se traducían en diferencias en la mortalidad asociada al consumo de café. De ser así, sería una confirmación de que, efectivamente, las recomendaciones generales en nutrición no siempre son adecuadas para todos los individuos.

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